En Chile existen muchos servicios para personas mayores, pero en la mayoría de las comunas no operan como red, si no como isla
En el marco del reporte Redes de Apoyo en Adultos Mayores, elaborado por el Observatorio del Envejecimiento para un Chile con futuro, la académica entrega su visión respecto a este tema.
¿Qué se requiere para que una red de apoyo funcione?, ¿Cuáles son las principales motivaciones de los adultos mayores para formar comunidad?, ¿Qué desafíos tenemos como sociedad con el envejecimiento? Estas son algunas de las preguntas que surgieron en la entrevista realizada a Sara Caro, Académica de Trabajo Social de la Pontificia Universidad Católica de Chile y miembro del Centro UC de Estudios de vejez y envejecimiento, en el marco del reporte Redes de Apoyo, quien entrega su opinión respecto a este tema.
Si uno se sometiera a la definición teórica, yo creo que en Chile nos encontramos con que hay muy pocas redes de apoyo conformadas como tal. Existen iniciativas que son fuentes de apoyo, pero que no se coordinan como debería coordinarse una red. O que no se comunican como podría comunicarse una red y, por lo tanto, se pierde la posibilidad de generar sinergía o de generar espacios de cooperativismo, de solidaridad como podría pasar en una red.
Algo así. Lo que pasa es que son iniciativas más bien particulares. En nuestro país tenemos mucha dispersión territorial y geográfica, por lo tanto, yo apostaría a que cada barrio, comuna, región o macrozona, pudiera establecer una red de servicios que implica la comunicación y la coordinación. Porque servicios hay. Algunas zonas que tienen más y otras menos, pero servicios hay para las personas mayores. Pero en la mayoría de las comunas lo que pasa es que esos servicios no operan como red, porque operan como isla.
Por ejemplo, en algunos territorios salud no se conoce lo que está haciendo el Programa del Adulto Mayor de la municipalidad, y el adulto mayor es paciente de salud, es usuario del sistema y también, es usuario del centro diurno y es usuario, por ejemplo, del programa de género. Entonces, la pregunta es ¿por qué el adulto mayor no forma parte de una sola red, sino que tiene 3 servicios aislados donde no conversa la información?
Con el tiempo, hemos ido aumentando la cantidad de servicios que existen, pero lamentablemente estos servicios todavía no operan como red. Me ha pasado que cuando hago capacitaciones o cuando hago clases a los profesionales que trabajan en estos servicios, uno les cuenta o les hace preguntas sobre cómo funciona su entorno, sobre cuáles son los servicios disponibles, en el fondo yo les digo, “Lo primero es conocer el territorio, saber cuáles son los servicios disponibles”, y muchas veces pasa que en realidad no saben exhaustivamente cuáles son los de su barrio, comuna o región.
Puede ser. Además, a veces hay una mirada algo peyorativa de las organizaciones no institucionales. A veces, las uniones comunales están muy organizadas y tienen, por ejemplo, voluntarios que cumplen muchas funciones, como pueden ser las mismas cuidadoras de las personas mayores. Entonces, que los profesionales que trabajan en un terriotorio no conozcan los servicios que existen ya es un primer problema.
Para poder formar una red, necesitamos primero que se conozcan y luego de eso que conversen y ahí siempre sugerimos a los profesionales en las capacitaciones realizar un mapeo del terreno. En los términos más sencillos haga un mapeo, conforme una red, establezca contacto con los profesionales de la red, hagan intercambio de información, júntense. Existen comunas que lo han hecho y lo han hecho muy bien como Cerro Navia, La Pintana, Puente Alto, Peñalolén, entre otras.
Cuando hablamos de una red de servicios, como una red para las personas mayores, yo creo que en términos de servicios pasa que la red no existe en la medida en que no conversan las partes. Hay comunas más pequeñas que funcionan muy bien, pero hay que considerar que entre más pequeño es el territorio, más fácil es que se conozcan las partes. Como es el caso de Victoria y Traiguén; comunas donde ellos sí se han coordinado y han mirado sus necesidades, particularidades y conflictos y se conocen mejor.
Ahora, pensando en redes informales, ahí yo creo que es totalmente distinto. Las personas mayores tienen redes informales de apoyo que las usan, las cuidan y las alimentan. En la familia se ha ido generando una transformación en el último tiempo. Nosotros seguimos siendo una sociedad donde la institución que más nos importa es la familia, pero creo que en el caso de los adultos mayores ha ido cambiando el rol, porque durante largo tiempo ha generado mucha presión a la familia el cuidado de los adultos mayores. El hecho de que no haya servicios o una red, genera mucha presión en varios aspectos: cuidados, económicos y emocionales. Entonces, en términos valóricos, como sociedad seguimos pensando que la familia debiera ser la que se hace cargo de la persona mayor y castigamos socialmente a la que decide tomar una opción como la institucionalización en una residencia a Establecimiento de larga estadía (ELEAM), y eso es algo terrible, que no deberíamos hacer.
Sí, claro. Como que tienes que ser un mártir del cuidado y ahí surgen declaraciones del tipo “cómo puede ser que a tu mamá la internes”. Pero, por otro lado, como te indiqué anteriormente, no hay información, no hay apoyo ni contención a la familia respecto de lo que significa convivir con una persona mayor que necesite cuidados, menos si tiene demencia y/o dependencia. Por lo tanto, son situaciones que las familias han tenido que aguantar y resolver solas.
También está el que hoy en día, muchas personas mayores viven solas, y otras que se sienten solas. Lo dice la Encuesta de Calidad de Vida. Una cosa es vivir sola porque quiero, porque me siento autónoma, y otra es sentirse sola. Yo creo que parte de sentirse solo, es que la red familiar a veces no opera de la mejor manera. Puede haber mucho estrés, historias no resueltas a lo largo de la vida, de los roles parentales, de la crianza de los hijos. También el cuidado de los nietos puede representar mucho estrés para los adultos mayores. Me ha pasado en varias instancias que las personas mayores no pueden decir que no al cuidado de los nietos, porque genera un conflicto con los hijos. Se sienten obligados y los estresa pensar en decir que no, pero quisieran decir que no. A veces dicen “como ya lo tuve todo el fin de semana, no lo quiero volver a tener el lunes, quiero un espacio para mí”, pero esto no se considera, sino que se piensa que el adulto mayor no ama a su nieto, que “falta amor” dicen algunos. Entonces, creo que hoy día estamos entendiendo más que la familia no es siempre esa fuente de amor que nos dijeron, que también puede ser una fuente de conflicto, de poder y de transacciones.
También está el caso de los adultos mayores que aportan económicamente en su núcleo familiar y/o que reciben a los hijos para que vivan con ellos. Entonces, hoy en día creo que somos más realistas de la diversidad familiar que esto implica para los adultos mayores. Y entonces ahí las redes informales de los pares ayudan mucho, del grupo de pares, de la organización, de la parroquía, de los amigos, de los vecinos, en definitiva cualquier tipo de organización.
Hacen falta instancias donde ellos accedan a sesiones guiadas por profesionales o donde se les pueda entregar y presentarles información para que puedan discutir como grupo, considerando siempre la participación de ellos como eje.
Claro. Estoy pensando en el Programa Vínculos, por ejemplo, que dentro de su metodología empezó a sumar temas como autoestima, identidad y trabajo, los que ayudan a discutir esos temas de una forma más guiada. Porque también pasa que cuando se habla con las personas mayores salen muchas penas, traumas, situaciones difíciles de la vida, frustraciones, y entre ellos mismos se dan contención, pero a lo mejor hay algunos temas que requieren que haya un guía más profesional, que incluso puede ser uno de ellos mismos, ¿no? Como lo que está haciendo un proyecto de Renca donde están formando personas mayores como agentes de cambio. Hay que pensar que hay adultos mayores que pueden adquirir ciertas herramientas y después replicarlas con sus pares.
Creo que con ese actuar sí formaríamos redes. Los adultos mayores tienen la capacidad de formar ellos mismos redes de apoyo – tanto a nivel comunal como a nivel nacional- a mayor velocidad que las instituciones.
Efectivamente. El actuar con sus pares y la propia iniciativa. Por ejemplo, los profesores jubilados son muy organizados, se movilizan para todo. Lo mismo ocurre con el grupo de adulto mayor de la Vicaría de la Pastoral Social, que también se organizan muy bien. Creo que para efectos de establecer una red, tengo más confianza en las personas mayores.
Sí. Creo que a veces nosotros mismos, como profesionales o como gente que trabaja en el tema, nos enfocamos mucho en la institucionalidad, sin embargo esta en Chile es reciente. Ha tenido muchos avances, eso es innegable, pero creo que a lo mejor nos falta mirar a las personas mayores como agentes de cambio, como personas que tienen recursos, que pueden intercambiar en esta red y que existen muchas personas que tienen conocimientos que se pueden compartir.
Totalmente. Yo creo que el ejemplo de los asesores senior, que son voluntarios que hacen clases a los niños, es una de las mejores iniciativas y en la que tú puedes decir: “Esto efectivamente funciona”. O lo que hace, colegios de Cerro Navia Joven, donde las personas mayores ven los huertos con los niños. Ellos se coordinan solos y establecen espacios de comunicación. Ahí hay una red.
Sí, me acuerdo de un grupo en Santiago de poetas y escritores, personas mayores, en su mayoría hombres que escribían, tenían un profesor y una vez postularon a un fondo del SENAMA para tener un profesor de lenguaje que los ayudara un poco con la estructura de los textos, para luego seguir solos, y hasta el día de hoy se juntan. Han impreso sus documentos, publicaron un libro con cuentos, no recuerdo cómo se llamaban, pero eran poetas y escritores. Y eso rompe el estereotipo. Si nosotros estuviéramos más centrados en esos grupos y tratáramos de resaltarlos más que los típicos grupos que muestran en los medios o la típica historia del hogar que se ve afectado, sería mucho más positivo.
Sí. De hecho, cuando estuve haciendo talleres para adultos mayores por mi tesis de doctorado, muchas veces ellos comentaban eso. Siempre hay uno que está más empoderado y dice: “Bueno, pero y ¿por qué nosotros tenemos que esperar que alguien venga y haga?”, u otro que me decía sobre la Convención de Derechos Humanos, que era un tema que yo trataba: “Oiga, hija, y ¿dónde la pueda bajar? Deme el link, yo la bajo” y no faltaba el que decía: “Ah no, yo acá la tengo impresa, saquémosle fotocopias”. Las personas mayores son personas con mucha iniciativa y no lo estamos resaltando como deberíamos.
Las motivaciones de las personas mayores para participar de organizaciones son muy variadas y dependen tanto de sus gustos, personalidad y preferencias, así como de sus estilos de vida, estado de salud, incluyendo también aquellos ámbitos en los cuales se desempeñaron durante su vida.
Por ejemplo, hay motivaciones que tienen que ver con la socialización de las personas, como conocer otras personas, estar en compañía, salir de la soledad o compartir el tiempo libre. También hay interés por aprender cosas nuevas, tener experiencias diferentes o desafiarse a sí mismos, adquirir estilos de vida saludables… todo eso también les motiva.
En ocasiones, son las instituciones o los profesionales los que incentivan la motivación en personas mayores, especialmente ante eventos difíciles, que les estresan, entristecen o preocupan, como la viudez, la jubilación, la presencia de una enfermedad o similar. En este caso, la participación se intenciona y se les muestra como una oportunidad para mejorar la calidad de vida.
Las motivaciones para participar también varían de acuerdo con el género. Para hombres y mujeres las motivaciones son distintas según los estilos de vida que hayan llevado adelante los roles que hayan desempeñado históricamente. Por ejemplo, para las mujeres, en ocasiones, participar representa un espacio para explorar áreas que postergaron por el trabajo, la crianza de los hijos o las tareas del hogar. Los hombres sabemos que participan menos en comparación con las mujeres. Parte de los desafíos de las intervenciones sociales es incentivar la participación de ellos.
En el contexto de movilizaciones sociales que vive el país actualmente, los actores que componen la red han tenido distintas reacciones y han tomado distintas medidas. Las organizaciones de la sociedad civil han tenido un rol activo, convocando a las personas mayores a participar de espacios de encuentro y discusión, como pueden ser las asambleas vecinales y cabildos. En este sentido, organizaciones que tienen ya muchos años de experiencia en el trabajo con mayores, tales como Cáritas y la Vicaría de la Pastoral Social, han organizado cabildos, incorporando a dirigentes mayores, de territorios diversos, a conversar sobre cómo han vivido este período de efervescencia social y a reflexionar sobre el Chile que quieren construir, cuáles cambios quieren impulsar y cómo pueden participar ellos de esos cambios.
Quisiera destacar principalmente el rol que han tenido las propias asociaciones de mayores, como la Federación de Uniones Comunales de personas mayores y movimientos sociales compuestos por mayores, quienes también han usado el espacio de protestas para visibilizar sus demandas y necesidades. Personalmente, he tenido la experiencia de participar de cabildos donde acuden personas de distintas edades, y he podido ver en ellos también a personas mayores. Eso me parece muy relevante, ya que han resultado ser espacios de encuentro entre personas de distintas edades, en los cuales las personas mayores son escuchadas con respeto.
Justamente. En un principio, la agenda pública había considerado únicamente la reforma al sistema de pensiones, pero hoy se han visibilizado otros temas que afectan la calidad de vida de las personas mayores, tales como sus niveles de endeudamiento, los montos de las contribuciones o la importancia que tendría en el día a día que accedieran a una tarifa rebajada en el transporte público en cualquier horario. Esas son demandas claves para el bienestar de las personas que hoy tienen 60 años o más. Pero es importante también tener presente que estas demandas y otras del movimiento, apuntan a mejorar la calidad de vida de quienes estamos envejeciendo, de las generaciones más jóvenes y que no han tenido acceso a vivienda o que se han endeudado para sus estudios superiores. Considerando esto, se puede proyectar que al menos -en términos económicos- estas generaciones tendríamos una peor vejez. De allí también la relevancia de las reivindicaciones sociales.
Esas personas mayores del futuro somos nosotros, nuestra generación y las que vienen después, y en términos de cambio cultural y de políticas públicas, no estamos haciendo prácticamente nada. La vejez, como etapa de la vida, continúa siendo invisible para los adultos, así como para los más jóvenes, también para parejas sin hijos o en hogares unipersonales. No hemos tomado conciencia aún de cómo el avanzado nivel de envejecimiento, la baja tasa de natalidad y la exacerbada individualización nos proyectan una vejez muy solitaria. Me parece que para poder prepararnos, es fundamental establecer relaciones interpersonales significativas y cultivarlas, ya sea en términos de amistad, familia o comunidad. Tal como muestra la investigación sobre las “Zonas Azules”, es clave tener un sentido de pertenencia a un grupo humano, lo que ellos llaman “tribu”, que no son más que nuestros vínculos significativos y cómo los mantenemos, cuánto bien nos hacen ciertas relaciones y cuánto tiempo invertimos en ellas. Poner más atención a ello resulta fundamental para pensar en una vejez acompañada y compartida.
Como señalaba anteriormente, no es lo mismo envejecer hombre que envejecer mujer, y eso debe ser considerado al momento de diseñar una intervención o programa social para las personas mayores. Además de eso, ser mujer en Chile representa una serie de desigualdades sociales, económicas, laborales, entre otras. Estas desigualdades se viven a lo largo de la vida, en las distintas etapas, así también en la vejez. A pesar de ello, la oferta pública considera solo declarativamente un enfoque de género; pero no se encuentran programas sociales que efectivamente tanto en su diseño como en su implementación, incorporen la heterogeneidad e identidad en términos de género.
Puntualmente, lo que respecta a la mayor cantidad de mujeres, no se visualizan acciones coordinadas entre las instituciones que trabajan por los derechos de la mujer con aquellas que trabajan por la calidad de vida y los derechos de las personas mayores. Ha sido interesante, por ejemplo, para nosotros como Programa del Adulto Mayor UC, capacitar a profesionales de PRODEMU, organización que históricamente ha trabajado por el desarrollo y empoderamiento de la mujer y que hoy ha visto cómo las mujeres de las comunidades en las que se insertan son, principalmente, mujeres mayores. Esto les ha desafiado a comprender cómo es la vejez como etapa de vida, y qué experiencias representa ser mujer y envejecer en Chile.
Habitualmente, en el trabajo con mujeres mayores emergen experiencias de vida difíciles y dolorosas, como violencia en todas sus formas, discriminación y postergación del desarrollo personal. Pero también existen experiencias de liderazgo y dirigencia femenina en movimientos sociales, tales como la reforma universitaria en Chile, el movimiento sindicalista y el sufragista. Es fundamental que las intervenciones profesionales vayan considerando esto y lo incorporen en sus objetivos, diseño e implementación, como un foco específico de trabajo.
Creo que la política pública necesita avanzar, desarrollarse, volverse más sólida y ganar visibilidad. En ello, la generación de redes es imprescindible. Generar una red requiere un ente coordinador, que conozca lo que hacen los territorios, que pueda identificar los actores (eventuales o reales) que deben estar presentes en una red de servicios gerontológicos. Para formar una red se requiere información y comunicación entre los componentes de la red, así como también liderazgo para mantenerla activa y generar espacios de interacción. Con todo, lo que quiero transmitir es que generar una red de servicios gerontológicos debe ser un objetivo de la institucionalidad pública, no es algo que podamos esperar a que se consiga espontáneamente. Es muy probable que existan una serie de iniciativas exitosas, innovadoras, interesantes, de trabajo con personas mayores, y que no conocemos y que no aprovechamos, solo porque no existen espacios formales y planificados para que ello ocurra.