Uso de Medicamentos y Polifarmacia en Personas Mayores
Cuando el uso de múltiples medicamentos es recurrente, toma el nombre de polifarmacia, un hábito cada vez más común entre personas mayores y que se vuelve un serio problema cuando el consumo de fármacos está por sobre lo estrictamente necesario.
El estudio “Uso de Medicamentos y Polifarmacia en Personas Mayores” del Observatorio del Envejecimiento para un Chile con futuro, que surge de la alianza entre Compañía de Seguros Confuturo y la Universidad Católica, busca dilucidar sus posibles implicancias en el país y, aunque es complejo cuantificar el impacto de esta problemática, los especialistas señalan que las atenciones de urgencia y hospitalizaciones son elevadas producto de este fenómeno.
De acuerdo al reporte, el uso excesivo de medicamentos (5 o más fármacos) aumenta la probabilidad de interacción entre principios activos, pudiendo desencadenar una serie de complicaciones en la persona. De hecho, el mayor número de reacciones adversas se presenta en personas mayores, las cuales pueden conducir a un aumento en la fragilidad y disminución de sus funciones, tanto física como cognitivamente. Esto se manifiesta, por ejemplo, en el riesgo de caídas, que se incrementa en la medida que aumenta la cantidad de medicamentos que consumen.
Según se desprende del estudio, en Chile más del 30% de las personas sobre 60 años tiene polifarmacia, una cifra que aumenta a medida que avanza la edad, alcanzando un 51% al llegar a los 90 años, y que es mayor en segmentos poblaciones con niveles de educación bajos (36%). Además, es mayor en mujeres (15,9%) que en hombres (9,7%).
Con respecto a la población chilena, un 12,9% tiene polifarmacia. Si bien hay un incremento importante (10,5 puntos porcentuales) en la polifarmacia entre las personas menores de 40 y aquellos entre 40 y 59 años, la diferencia es aún superior entre estos últimos y los mayores de 60 años, con un 13,5% y un 30,3% respectivamente. A partir de los 60 años la polifarmacia tiende al alza, incrementando en 7,1 puntos porcentuales desde los 60 hasta los 80 años, e incrementando aún más, desde los 80 hasta los 90, en 12,8 puntos porcentuales.
Entre los factores más recurrentes que explican este fenómeno están la falta de coordinación entre los distintos niveles de salud, la atención segmentada de cada patología, la prescripción de medicamentos inadecuados y la automedicación.
Según el geriatra UC, Jorge Browne, “a mayor edad, mayor número de medicamentos, y la razón de esto principalmente recae en una fragmentación del cuidado de las personas mayores. Hoy sabemos que los sistemas de salud han evolucionado a una progresiva fragmentación de las distintas intervenciones, donde -además- los distintos estamentos del sistema de salud no conversan unos con otros”.
“Cuando una persona asiste a 3 o 4 especialistas, muchas veces estos indican prescripciones unos hacia otros sin diálogo, y no necesariamente tienen noción o conocimiento de cuáles son los otros medicamentos que están indicando los otros médicos”, agrega el especialista.
Otro factor a considerar en la polifarmacia es la automedicación. En ese sentido, Jaime Hidalgo, geriatra e integrante de la Sociedad de Geriatría de Chile sostiene: “aparte de las prescripciones múltiples que hay por las distintas áreas que intervienen dentro del tratamiento de una persona, se suma lo que a mis cercanos también les ha hecho bien, y tratamos de probar con eso mismo, y entonces vamos sumando medicamentos”.
Este tipo de conductas en muchas ocasiones van acompañadas del consumo de productos naturales, los cuales igualmente tienen efectos farmacológicos y que pueden influir en la reacción cruzada entre los distintos medicamentos que ingiere una persona.
El químico farmacéutico UC, Cristián Plaza, afirma: “no por ser natural está exento de producir algún tipo de complicación. Entre ellos, los fitofármacos, que en algunos casos pueden llegar a producir un aumento en la concentración de otro fármaco, porque lo que hace es inhibir el metabolismo también a nivel hepático, y eso genera que la persona experimente mucho más frecuentemente reacciones adversas”.
Para Christian Abello, gerente general de Compañía de Seguros Confuturo, “es muy relevante tomar conciencia de esta realidad, ya que incide directamente en la calidad de vida y envejecimiento de las personas mayores de nuestro país. Como sociedad, tenemos la obligación de buscar soluciones que nos permitan reducir estos indicadores, así como también visibilizar esta problemática para fomentar el autocuidado”.
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Sobre el Observatorio del Envejecimiento para un Chile con futuro
El Observatorio del Envejecimiento para un Chile con futuro nace de la alianza entre Compañía de Seguros Confuturo y la Universidad Católica de Chile. Se estableció con el objetivo de visibilizar información relevante sobre los adultos mayores en el país, a través del desarrollo de estudios que permitan sensibilizar a la opinión pública y revelar tópicos de impacto social relacionados a la vejez y el envejecimiento de los chilenos.
VerEstereotipos, prejuicios y discriminación es lo que gran parte de los adultos mayores sufre por parte del resto de la sociedad, un fenómeno conocido como “edadismo”, en en el que se enraíza una negativa imagen de la vejez, asociada a deterioro, vulnerabilidad e improductividad. Y Chile no está exento de esta situación.
De acuerdo con el estudio “Edadismo: Imagen social de la vejez y discriminación por edad”, elaborado por el Observatorio del Envejecimiento para un Chile con futuro, que surge de la alianza entre Compañía de Seguros Confuturo y la Universidad Católica, al menos el 18% de los chilenos y chilenas conciben a las personas mayores como una carga para la sociedad, siendo uno de los países que más adscriben a este tipo de prejuicios (World Value Survey 2014).
A partir de datos de World Value Survey 2014, para un grupo de siete países observados, el reporte da cuenta de que en nuestro país el 45% opina que las personas mayores de 70 años tienen una posición social baja, siendo sólo superado por Suecia (58%).
Asimismo, en base a la Encuesta de Calidad de Vida en la Vejez (ECV 2019), el reporte destaca que el 33% de las personas mayores ha sentido siempre o algunas veces un trato injusto por su edad en el sistema sanitario y un 24% en los servicios públicos o municipios, aumentando 7 puntos porcentuales desde el 2010.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el edadismo surge cuando la edad se utiliza para categorizar y dividir a las personas por atributos que ocasionan daño, desventaja o injusticia, y menoscaban la solidaridad intergeneracional. El término nació en 1969 con el médico gerontólogo y psiquiatra Robert Neil Butler, quien acuñó el concepto “ageism” para denominar la discriminación de las personas mayores por el solo hecho de tener más edad.
“El edadismo o viejismo -la discriminación de la gente por su edad-, está muy presente en la sociedad chilena. Lo podemos ver desde las conductas y verbalizaciones cotidianas que oímos a diario y en una discriminación a nivel institucional. En este reporte se considera esa infantilización que hay de las personas mayores, de tratarlos de ‘viejitos o abuelitos’, como si la gente en esta fase de la vida se volvieran niños o niñas. Ese es uno de los tremendos prejuicios que hay en este ámbito. Y a eso también le sumamos la discriminación en los servicios públicos y de salud”, comenta Susana González, académica de Psicología UC e investigadora principal de este reporte.
El impacto de esa percepción social sobre la edad tiene incluso repercusiones directas en la salud. El reporte destaca un estudio realizado en Estados Unidos (Levy, 2012) que mostró que las personas mayores con una concepción negativa de la vejez y alguna discapacidad grave se recuperaban un 31% menos que aquellas con estereotipos de edad positivos. En esta línea, plantea que las personas mayores con actitudes negativas hacia el envejecimiento viven en promedio 7,5 años menos que las personas con actitudes positivas hacia el envejecimiento (Levy, 2002).
Junto con lo anterior, destaca que muchas veces a los adultos mayores se les niega tratamiento o la atención adecuada por su edad y quedan fuera de estudios clínicos siendo infrarrepresentados como grupo etario en dichas investigaciones. Esto demuestra que también existe una dimensión estructural del edadismo.
Alejandro Reyes, miembro de la Alianza de organizaciones de la Sociedad Civil por la Defensoría de las Personas Mayores y Programa Personas Mayores y Derechos ONG CEC, señala que “por esta lógica en que la persona sirve en cuanto produce, el adulto mayor pasa a ser un ser pasivo. Pero eso no se corresponde con el hecho de que el ser humano es ser humano y pleno siempre, porque efectivamente mantiene su capacidad de ser, de soñar, de sentir, de comunicarse, de empatizar con otro a lo largo de la vida”.
Otro ámbito en el que el edadismo impacta de acuerdo con el reporte es en lo laboral.
En base a la encuesta “Trabajo en Personas Mayores” del Centro de Estudios de Vejez y Envejecimiento de la Pontificia Universidad Católica (CEVE-UC), el 70% de los consultados considera que las empresas prefieren contratar más a personas jóvenes que mayores y un 50% piensa que los jóvenes creen que los adultos mayores son personas enfermas, sedentarias y dependientes. Además, un 38% de los encuestados establece que las personas mayores que trabajan más allá de su edad de jubilación se encuentran más expuestos a sufrir de malos tratos en el espacio laboral.
En este sentido, Christian Abello, gerente general de Compañía de Seguros Confuturo, enfatiza en la importancia de contribuir, desde todos los sectores, en mejorar la calidad de vida de las personas mayores, lo que considera entre otras cosas, derribar mitos en torno a la tercera edad. “Las transformaciones demográficas -que hacia el futuro anticipan una mayor cantidad de población de la tercera edad- nos empujan a tomar un rol activo. Por ello, nos interesa impulsar programas de empleabilidad como Trabajo 60+, el cual busca poner en valor la experiencia y competencias de este segmento, fomentando equipos diversos e intergeneracionales, donde los adultos mayores tengan un espacio”.
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Sobre el Observatorio del Envejecimiento para un Chile con futuro
El Observatorio del Envejecimiento para un Chile con futuro nace de la alianza entre Compañía de Seguros Confuturo y la Universidad Católica de Chile. Se estableció con el objetivo de visibilizar información relevante sobre los adultos mayores en el país, a través del desarrollo de estudios que permitan sensibilizar a la opinión pública y revelar tópicos de impacto social relacionados a la vejez y el envejecimiento de los chilenos.
VerLas enfermedades crónicas (cardiovasculares, cáncer, respiratorias o diabetes, entre otras) son patologías multifactoriales en las que juegan un rol importante los hábitos y estilos de vida, y se alzan como uno de los problemas de salud más comunes en la vejez.
De acuerdo con el estudio “Envejecimiento, Enfermedades Crónicas y Factores de Riesgo: Una mirada al pasado y al futuro”, elaborado por el Observatorio del Envejecimiento, que surge de la alianza entre Compañía de Seguros Confuturo y la Universidad Católica, si en 1990 el 73% de la población fallecía debido a enfermedades crónicas, en 2019 esa cifra escaló hasta el 86%.
El estudio explica que el incremento en las causas de muerte por enfermedades crónicas se vincula al aumento en la esperanza de vida y se concentra en los grupos de mayor edad en la población, ya que el porcentaje de personas entre 30 y 70 años que fallece producto de estas patologías ha disminuido considerablemente tanto en el país como a nivel global. “En Chile, específicamente, la muerte prematura desciende en 2.2 puntos porcentuales desde el año 2000 hasta el año 2016, llegando al 12.4%”, indica el reporte.
Según se consigna en el estudio, desde el año 1990 hasta el 2006, la esperanza de vida aumentó de 73,5 a 80,3 años en Chile. Sin embargo, los años que las personas viven con discapacidad también se han incrementado, específicamente en 1,16 años. “De esta forma, entre 1990 y 2016 el promedio de esperanza de vida era de 77 años, y el promedio de años que se vive con discapacidad son 10 años”, señala el reporte.
Con lo anterior, Chile se aleja de la tendencia seguida por países sudamericanos y se acerca más a lo que ocurre en Canadá y Estados Unidos, cuya población tiene mayor esperanza de vida, y vive más años con discapacidad.
Las enfermedades crónicas se caracterizan por ser de larga duración y de progresión lenta y, a pesar de que existen tratamientos para mantenerlas bajo control, tienen un alto impacto en las personas que las padecen, dado que muchas de ellas merman la calidad de vida obligando al consumo medicamentos de por vida y gatillando cuadros de discapacidad durante la vejez.
El geriatra Jaime Hidalgo, perteneciente a la Sociedad de Geriatría, explica que, si bien en Chile hay una alta esperanza de vida, y la mayor parte de esos años se viven sin discapacidad y de forma funcional y activa, las enfermedades crónicas pueden desatar futuras discapacidades. En este sentido, comenta que “nuestro objetivo hoy es concentrarnos en gran parte en las enfermedades crónicas, ya que entendemos que son las que pueden motivar a que esa funcionalidad, sea física, o mental, se pueda disminuir”.
Para el gerente general de Confuturo, Christian Abello, “este reporte da cuenta de la importancia que implica mantener hábitos sanos de autocuidado para las personas, más aún cuando la esperanza de vida se mantiene en aumento en el mundo y que la mayor parte de la población en Chile será de tercera edad en un futuro cercano. Pensar en la vejez es clave”.
Factores socioeconómicos
Según el estudio del Observatorio del Envejecimiento UC-Confuturo, hay determinantes sociales en la salud, por lo que la pobreza y la desigualdad se vuelven elementos relevantes en el desarrollo y prevalencia de diferentes patologías.
En general, los grupos más vulnerables tienen un bajo acceso a educación y servicios de salud, y, por otro lado, suelen estar insertos en medios más poblados y con más contaminación. Todo ello incide en que sean más propicios a tener dietas poco balanceadas, sobrepeso u obesidad y desarrollar estilos de vida poco saludables. Por ejemplo, vidas más sedentarias y/o con mayor consumo de tabaco y alcohol, siendo estos factores los que se asocian más directamente con las enfermedades crónicas.
Marcela Carrasco, geriatra académica de la Escuela de Medicina UC y miembro del CEVE-UC, afirma que situaciones socioeconómicas más precarias y menor nivel educacional se correlacionan con hábitos de vida menos saludables, que son los que inciden en gran medida en el desarrollo de patologías crónicas, y que potencia peores indicadores de salud global. Explica que “Cuando uno ve [las prevalencias de enfermedades crónicas] en poblaciones con más equidad o con el mismo nivel socioeconómico, las diferencias son mucho menores, es decir, este sesgo va disminuyendo”.
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Sobre el Observatorio del Envejecimiento para un Chile con futuro
El Observatorio del Envejecimiento para un Chile con futuro nace de la alianza entre Compañía de Seguros Confuturo y la Universidad Católica de Chile. Se estableció con el objetivo de visibilizar información relevante sobre los adultos mayores en el país, a través del desarrollo de estudios que permitan sensibilizar a la opinión pública y revelar tópicos de impacto social relacionados a la vejez y el envejecimiento de los chilenos.
VerSe estima que para el 2050 alrededor del 20% de la población del país tendrá sobre 65 años, lo que posiciona a la vejez como un desafío importante en la formación de futuros médicos y profesionales.
En ese contexto, este reporte se basa en el análisis de las mallas curriculares de seis carreras de casas de estudio pertenecientes al Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas (Cruch) y en la cantidad de especialistas en geriatría a nivel nacional, uno de los resultados que arrojó la investigación tuvo que ver con que cinco regiones del país no cuentan con geriatras para atender a su población adulto mayor.
Se trata de las regiones de Arica, Tarapacá, Atacama, Ñuble y Aysén, donde al cierre de 2020, habitaban 182.355 personas de 65+.
En ese sentido, el análisis muestra que el número de profesionales médicos con la especialidad de geriatría, por ejemplo, ha aumentado lentamente. Así, mientras que en 2020 se contabilizaban 143 geriatras a nivel nacional, se requería de al menos 329 profesionales nuevos para cumplir con el mínimo ideal.
Asimismo, el estudio evidenció que regiones como las de Coquimbo y O’Higgins, también presentan situaciones complejas, ya que en ellas existe un geriatra por cada 107 mil y 131 mil personas mayores, respectivamente. Esta situación se repite en Los Lagos, La Araucanía, Biobío y Maule, donde la cantidad de personas mayores por geriatra se mueve entre 35 mil y 46 mil.
Por otro lado, dejó en evidencia que las regiones de Antofagasta (27.370), Valparaíso (20.424), de Los Ríos (27.750) y de Magallanes (22.174) tampoco cumplirían con la cantidad ideal de especialistas (1 geriatra por cada 5 mil personas mayores). Mientras que la Región Metropolitana, en tanto, tiene el número más cercano al ideal, con una cantidad de 9.724 personas mayores por geriatra.
El estudio además arrojó que, a nivel de especialidad, si bien el número de geriatras ha aumentado de manera importante en los últimos 10 años hasta llegar a 143 especialistas, incluso con el máximo esfuerzo por parte de las entidades gubernamentales y privadas, es improbable que para 2050 se llegue a contar con los 1.389 especialistas en medicina geriátrica que serían necesarios, considerando los casi 7 millones de personas mayores que vivirán en Chile.
Por ende, “es importante educar a los profesionales actuales y futuros respecto a los aspectos mínimos del envejecimiento poblacional y las implicancias de este fenómeno para las distintas profesiones”, precisa el informe, que destaca que “las instituciones de educación superior se encuentran al debe en la preparación de profesionales en envejecimiento y vejez, aspecto que debe ser drásticamente revisado”, señala el reporte.
La investigación, por otro lado, también arrojó que siete de cada diez universidades que imparten medicina en el país, no cuentan con asignaturas específicas relacionadas a la tercera edad.
La situación de las otras carreras
El estudio también analizó las carreras de Arquitectura, Psicología, Kinesiología, Enfermería e Ingeniería Comercial, dando cuenta que, en los primeros tres casos, la enseñanza específica de envejecimiento y vejez se presenta como escasa, ya que en menos del 17% de las instituciones de educación que forman a estos profesionales fue posible identificar asignaturas relacionadas directamente a geriatría o a la temática de envejecimiento. Por su lado, en las carreras de enfermería e ingeniería comercial, se detectó que en la primera el 100% de las casas de estudios cuentan con asignaturas de acercamiento y directas respecto a envejecimiento, mientras que en el caso de ingeniería comercial el 54% cuenta con asignaturas cercanas y ninguna universidad enseña de manera directa la temática.
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Sobre el Observatorio del Envejecimiento para un Chile con futuro
El Observatorio del Envejecimiento para un Chile con futuro nace de la alianza entre Compañía de Seguros Confuturo y la Universidad Católica de Chile. Se estableció con el objetivo de visibilizar información relevante sobre los adultos mayores en el país, a través del desarrollo de estudios que permitan sensibilizar a la opinión pública y revelar tópicos de impacto social relacionados a la vejez y el envejecimiento de los chilenos.
VerEn nuestra constante preocupación por conocer y visibilizar la realidad de los adultos mayores del país, hemos desarrollado un nuevo reporte, el que además de dar luces sobre cómo el COVID-19 ha afectado la salud mental de la población adulto mayor, busca dar a conocer vivencias y preocupaciones del segmento 60+ tras nueve meses desde la primera cuarentena en el país, puesto que estas son también un factor importante al hablar de salud mental, especialmente cuando son sostenidas en el tiempo.
Se incluyen entrevistas a especialistas, así también entrevistas a personas mayores de distintas regiones y comunas, a fin de evidenciar desde sus perspectivas cómo han enfrentado el contexto actual.
En esta ocasión, algunos de los hallazgos más importantes apuntan a que, pese al tiempo transcurrido, entre las principales preocupaciones de las personas mayores se encuentra la situación país en general, con un 18%, arrastrada por el estallido social de octubre de 2019, seguido por Salud con un 16.9%.
Asimismo, entre los grupos etarios más jóvenes (60 a 70) se identifica que estos se preocupan más por su trabajo (59%) y la soledad (57%) que aquellas personas de 70 años o más. Este último grupo -por su parte- está más preocupado por su autonomía (85%), seguido por el deterioro del estado físico (73%) y por controles médicos y sistemas de salud (67%).
Por otra parte, se ponen en evidencia muchas de las preocupaciones que tienen las propias personas mayores frente al contexto de contingencia mundial: la pandemia en sí, la posibilidad de contagiarse, su propia situación financiera y otros efectos como la escasez de contacto con familiares y amigos. En este sentido, uno de los potenciales desafíos a futuro corresponde a definir cómo guardar el distanciamiento físico sin que este implique un distanciamiento social para con las personas mayores.
Asimismo, es importante definir herramientas y metodologías que permitan proteger a las personas mayores sin que estas afecten su autonomía. En especial, si se considera la posibilidad de un segundo rebrote de la pandemia de COVID-19 en nuestro país, lo que podría implicar tomar nuevas medidas que coarten la libertad de los individuos, independientemente de su edad.
Si bien este reporte intenta dar luces sobre los efectos de la pandemia en la salud mental hasta ahora, aún está por verse su efecto en el largo plazo. De todas formas, es importante recordar que las personas mayores en Chile y en el mundo, presentan altos niveles de resiliencia para enfrentar y adaptarse rápidamente a los cambios incluso aquellos referidos a una contingencia como una pandemia.
Por último, la evidencia internacional ha demostrado que existe una necesidad de resaltar la salud mental de las personas mayores como un tema prioritario dentro de las políticas públicas. Para ello, es necesario reformular a nivel social, tanto el concepto de envejecimiento como de salud mental. El dejar de asociar la vejez con elementos negativos -como inutilidad, por ejemplo- permite que las personas construyan de mejor manera su vejez. Y por otro lado, desmanchar la salud mental provoca que las personas estén más abiertas a pedir ayuda, y -por tanto- mantengan su bienestar emocional y mental.
Revisa el reporte completo AQUÍ
VerTomando como referencia la evolución de las atenciones de urgencia en este grupo de la población durante 2020, el reporte destaca que la tendencia a la baja se profundiza en septiembre respecto a 2019, a pesar de la aplicación de medidas de desconfinamiento.
La medicina preventiva juega y jugará un rol clave en la salud de las personas de Chile durante parte importante de su ciclo de vida y, en especial, en las etapas posteriores a los 60 años.
En ese contexto, se elaboró un reporte sobre medicina preventiva en adultos mayores en tiempos de pandemia, detectando que las consultas médicas en las personas sobre 65 años -tomando como referencia las atenciones de urgencia entre el 1 enero y el 6 septiembre- han caído hasta 78% en la Región Metropolitana. Esta baja se registró durante la primera semana de septiembre, período en el que las medidas de desconfinamiento ya se estaban comenzando a aplicar.
El reporte -que incluye la mirada de diversos expertos del sector público y académico- destaca que la pandemia del COVID-19 ha afectado a todo tipo de atenciones de salud, tanto por las solicitudes y estrategias de la autoridad para no exponer a las personas, sean mayores o no, así como también por la disposición de las propias personas a asistir a instancias necesarias para su salud.
“En este sentido, la importancia de enfrentar la salud, tanto referida a atenciones preventivas, de urgencia como a controles de enfermedades crónicas, se transforma en un desafío que se deberá asumir a la brevedad, en especial si se considera que no existe una solución concreta a la pandemia de Coronavirus en el corto ni en el mediano plazo y una disminución constante y de tal magnitud en las atenciones plantea potenciales problemas en la salud de la población”, destaca el estudio.
María José Gálvez, directora de estudios del Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA), al ser consultada en el reporte sobre los potenciales efectos de la pandemia, indica que “las personas por no haber ido a consultar a tiempo se pueden haber expuesto a ciertos riesgos y ciertas patologías que, sin una rehabilitación temprana, pueden tener consecuencias importantes en la discapacidad, entiéndase enfermedades cardiovasculares, accidentes cerebrovasculares, traumatismo encéfalo craneanos, entre otros, que en el fondo van a seguir existiendo y que si no se consulta a tiempo o existieron barreras de acceso a la rehabilitación podrían terminar en una discapacidad”.
En tanto, el Dr. Pedro Paulo Marín, geriatra y jefe de la Sección Geriatría de la Facultad de Medicina UC comenta que “es posible que enfermedades no cuidadas por temor a contagiarse de COVID u otra enfermedad empeorarán, desde una atención de urgencia hasta los controles comunes que se realizan”.
Este reporte plantea que el desafío para el futuro debe hacer frente a nuevas metodologías de atención, en donde sea posible asegurar el tratamiento y la consulta constante en la población, en especial para aquellos grupos que se pueden ver afectados al detener su tratamiento.
“En el caso de las personas mayores el sistema público juega un rol fundamental, no solo porque es el sistema principal que ocupan (9 de cada 10 se atiende en FONASA), sino porque permite la articulación de sus comunidades, reflejadas en sus familias, amigos y redes de apoyo, con el resto de los sistemas públicos, tales como municipios y los programas con foco en la población 60+”, destaca el estudio.
En esa línea, Jorge Browne, médico del equipo de geriatría UC, señaló en el reporte que “cuando uno habla de salud, entendida en el contexto más amplio, uno debiera pensar que prevención significa los apoyos de redes locales, comunitarios; salud puede significar el poder caminar, poder contactarte con tus redes familiares, entre otras cosas. Entonces, es necesario englobar prevención como un ‘paraguas’ más amplio que los servicios de salud”.
Revisa el reporte completo AQUÍ.
VerSobre el 80% de los fallecidos por COVID-19 en el país, corresponden a personas mayores de sesenta años, lo que ha posicionado a este grupo de la población como uno de los focos principales de las autoridades a la hora de determinar medidas preventivas, que en el caso de Chile han considerado cuarentenas obligatorias (para mayores de 75 años), la suspensión de actividades en clubes de adultos mayores y la restricción de visitas a establecimientos de larga estadía, entre otras.
Frente a ello, el estudio analizó las distintas medidas de confinamiento y desconfinamiento aplicadas a este grupo etario, tanto en Chile como en algunos países de Latinoamérica y Europa, con el fin de determinar los desafíos en términos de protocolos, que deberían considerarse a futuro para este segmento.
De acuerdo al reporte, si bien tanto en Chile como en otros países hubo una reacción rápida en torno Al segmento 60+, quedó expuesta una visión “edadista”, es decir de discriminación por edad, por lo que da cuenta de la importancia de avanzar hacia medidas que eviten evitar el uso de límites de edad arbitrarios.
En esa línea, Sara Caro, académica de la Pontificia Universidad Católica, señaló que la aplicación de este tipo de medidas ha evidenciado que en algunos aspectos hay desconocimiento sobre las necesidades y la realidad de las personas mayores en Chile, cosa que también quedó expuesto en los protocolos ejecutados en otros países.
En relación a las cifras, el informe constató que en Uruguay se contabilizan 48 personas fallecidas por COVID-19 de las cuales 45 son 60+ (93.8%). Mientras que mostró que el caso de Argentina, el 80.6% de los fallecidos al 29 de agosto son adultos mayores (60+).
En el caso del primero de estos países, que según las cifras es uno de los que mejor ha enfrentado la pandemia, no se impusieron restricciones a los ciudadanos y el enfoque del plan de prevención consistió en poner en práctica campañas que incitaban a todos los ciudadanos, sin importar su edad, a quedarse en casa y resguardarse haciendo uso de protocolos sanitarios básicos. No obstante, sí fueron adoptados de forma oficial, horarios de compra en la mañana para las personas mayores.
En la misma línea, el reporte mostró que otros países, como Francia y España, también implementaron cuarentenas sin distinciones de edad, habilitando horarios específicos para que las personas mayores salieran e hicieran compras de insumos de necesidad básica y así prevenir los contagios.
Otra tendencia a nivel mundial de la que dio cuenta el reporte tuvo que ver con la implementación de teléfonos de ayuda, gratuitos y con cobertura nacional, cuyo objetivo es acompañar a muchos adultos mayores, que con la pandemia perdieron las formas habituales de relacionarse con sus redes de apoyo, de trabajar, de acceder a servicios sociales y de salud, entre otros. Esta medida cobra mayor relevancia si consideramos que en Chile el 19,1% de los adultos mayores declara sentirse aislado, el 20,2% excluido y el 35,3% siente que les falta compañía. “Si bien esta pandemia deja desafíos importantes con nuestros sistemas de atención médica y de salud pública -escasez de la cadena de suministro, capacidad de atención y tratamientos prolongados- existe un desafío social muy relevante también, que consiste en repensar el lugar de los adultos mayores en la sociedad”, plantea el reporte.
El estudio muestra la opinión de diversos expertos nacionales e internacionales que indican que a pesar que los adultos mayores son uno de los grupos de mayor riesgo de padecimiento de Covid-19, no ha sido tomada en cuenta su heterogeneidad a la hora de implementar medidas de protección y prevención, pero resaltan a la vez, que este escenario puso en la mirada pública a los adultos mayores, dando a conocer sus diversas condiciones de vida.
“A todo esto, se suma que en la actualidad se puede ver una mayor preocupación familiar y de la sociedad por las personas de tercera edad. Por otro lado, ahora que gran parte de la población mundial ha experimentado lo que es el aislamiento social y los sentimientos de soledad que vienen apareados, se puede llegar a un mejor entendimiento de este fenómeno y encontrar formas de que no se perpetúe. En este sentido, desde una mirada optimista, como sociedad tenemos una oportunidad única para mejorar, pues se ha ganado conocimiento y conciencia de las situaciones desventajosas en la que se encuentran los adultos mayores”, destaca Macarena Rojas, directora de gestión de Observatorio del Envejecimiento.
Finalmente, el análisis indica que algunas formas de superar las barreras impuestas a las personas mayores es gestionar instancias que permitan el contacto intergeneracional y reivindicar la figura de los adultos mayores, así como fomentar su participación en la toma de decisiones en relación a políticas públicas que los involucren.
Revisa el reporte completo AQUÍ
VerEntre marzo y mayo se han destruido casi 1,5 millones de puestos de trabajos en Chile.
La pandemia del COVID-19 ha afectado todas las aristas de la vida de los chilenos, siendo el trabajo y la participación laboral uno de los más impactados. Según cifras del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), el desempleo en el país llegó al 11,2% en el trimestre marzo-mayo de 2020, con 1.474.752 puestos de trabajo menos que el mismo período de 2019.
En ese difícil contexto, las personas sobre 60 años o más son uno de los grupos más afectados laboralmente por la pandemia, según demuestra el último reporte del Observatorio del Envejecimiento para un Chile con futuro, proyecto que surge de la alianza entre la Pontificia Universidad Católica de Chile y Compañía de Seguros Confuturo.
De acuerdo a cálculos del reporte basados en los recientes datos de INE, de cada 100 empleos perdidos durante a pandemia en el país, aproximadamente 19 corresponden a puestos ocupados por personas mayores.
De ese segmento etario senior, quienes tienen entre 60 y 64 años, es decir, el grupo próximo a jubilar, son los más afectados: entre marzo y mayo de 2020 hubo una disminución de 115.606 puestos de trabajo (-19,2%) en comparación a igual período del año pasado.
En el caso de las personas de 65 a 69 años, se registra una destrucción de 80.371 puestos de trabajo (-25,8%), mientras que para el grupo de 70 o más años, el número de empleos perdidos llega a 79.731 (-33,8%). En consecuencia, 384 mil chilenos sobre 60 años que en 2019 estaban trabajando han ingresado al grupo de inactivos. “La pandemia ha llevado a un importante número de personas 60+ a dejar de trabajar”, apunta el reporte.
Al considerar la variación anual del empleo de las personas 60+, se observa una caída de -24,4% entre el trimestre Marzo-Mayo de 2020 respecto de igual período de 2019, bajando de 1.129.512 puestos de trabajo senior a 853.803.
En otras palabras, en el trimestre de la pandemia “existe aproximadamente un cuarto menos de ocupados seniors que el año 2019”. Otro dato importante, es que del total de personas de 60 años o más que trabajan, el 12,2% declaró hacerlo en la calle o vía pública durante el trimestre Marzo-Mayo 2020, “lo que significa que existen aproximadamente 100 mil personas mayores exponiéndose a la pandemia para poder realizar su trabajo”, afirma el reporte.
“El cambio demográfico en Chile indica que en 2050 más del 30% de la población será mayor de 60 años, lo que plantea la urgencia de considerar a las personas mayores hoy como un segmento laboral relevante, que irá creciendo en su importancia en los próximos años. Algunos de los desafíos presentes apuntan a cómo las políticas públicas y las entidades público-privadas podrán generar incentivos y condiciones laborales adecuadas (tales como el fomento de capacitaciones continuas y la adaptación de lugares de trabajo) para mantener activa a una proporción creciente de personas mayores con el fin de permitir la inclusión de aquellos que requieren o desean extender su trayectoria laboral, o combinar su pensión con un ingreso laboral”, señala Ignacio Madero-Cabib, académico del Instituto de Sociología UC, quien es uno de los autores del reporte junto a Macarena Rojas, Directora de Gestión Observatorio del Envejecimiento, y Felipe Bustamante, sociólogo y coordinador de la entidad.
Y agrega: “los grandes desafíos sociales, económicos y sanitarios de los próximos meses deben considerar la realidad de las personas mayores, las cuales bajo el contexto actual se ven imposibilitadas de acceder al seguro/fondo de cesantía o a los programas de desempleo que impulsa el gobierno debido a la recepción de pensiones de vejez”.
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VerDebido a la pandemia del COVID-19, se han adoptado distintas medidas en el país, con el fin de proteger a la población más vulnerable, como es el caso de las personas mayores y en especial aquellas de 80 años o más. Dichas medidas, como el distanciamiento social, pueden llevarnos a hablar de una recesión social, al existir una disminución de contactos o relaciones entre las personas, aspecto del cual Chile no está excluido.
Para explorar en la situación actual, el Observatorio del Envejecimiento para un Chile con futuro -que surge de la alianza entre la Universidad Católica y Compañía de Seguros Confuturo- realizó una encuesta online entre el martes 7 y el domingo 12 de abril, a 826 participantes. Sondeo que además complementó con una ronda de entrevistas telefónicas dirigidas a personas de 60 años o más, con y sin acceso a Internet. Si bien ambos instrumentos no son representativos a nivel nacional, esbozan y permiten explorar algunos aspectos a los que las personas mayores se han enfrentado durante las últimas semanas.
Los resultados del sondeo revelaron que uno de cada cuatro adultos mayores no cuenta con apoyo para realizar las tareas del hogar, tampoco para llevar a cabo controles y atenciones médicas, incluyendo la vacunación. Asimismo, un 25,4% declaró no tener asistencia para realizar trámites como el retiro de su pensión, visitas al banco, entre otros.
Por lo general, los encuestados declaran contar con un apoyo más limitado por parte del personal de municipios, fundaciones u organizaciones. Por ejemplo, en la realización de controles o atención médica, un 6,3% de los encuestados manifestaron disponer de la asistencia de dichas entidades.
Macarena Rojas, Directora de Gestión del Observatorio del Envejecimiento, comenta que “en el contexto que estamos viviendo es vital la articulación que se pueda hacer entre las distintas entidades de la sociedad, se requiere un esfuerzo conjunto del Estado, la sociedad civil, la academia y todos los actores que puedan involucrarse para poder apoyar a las personas mayores, en su heterogeneidad, y en sus necesidades actuales”.
La pandemia de COVID-19 ha tenido distintos efectos entre las instituciones público y privadas, y entre entidades de apoyo a las personas mayores. El contar con intervenciones y apoyos dirigidos a esta parte de la población se ha hecho vital para ayudarlos en esta contingencia. En ese sentido, el el rol de las instancias y líneas de ayuda entregadas por el Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA) y/o fundaciones como Míranos o Amanoz, han sido fundamentales para los adultos mayores en situación de vulnerabilidad y para quienes necesitan información o algún tipo de ayuda.
“El trabajo ha sido muy intenso en las últimas semanas. Existe una heterogeneidad de razones de los llamados, pero un número importante corresponde al tema de cobros de pensiones o de información sobre los bonos que se entregan o entregarán”, indica Muriel Abad, jefa de la División de Planificación, Desarrollo y Control de SENAMA. Agrega que se ha detectado un “aumento (de consultas) en temas más complejos, como el maltrato en personas mayores o necesidad de apoyo psicológico, así como aspectos sociales”.
Según datos de la encuesta CASEN 2017, entre las personas de 60 años o más, un 13,4% habita en viviendas unipersonales. Por otra parte, un 50% de los adultos mayores vive solo o con una persona más, principalmente su pareja, no en viviendas multifamiliares.
Macarena Rojas señala que “es necesario que las instituciones, público o privadas, puedan responder a la heterogeneidad de las personas mayores, que son el principal grupo de riesgo frente al contexto de pandemia, y para esto es vital que exista una correcta comunicación entre estas, la que permitirá entregar apoyos efectivos y adecuados”.
Si bien los resultados de la encuesta exploratoria deben someterse a un seguimiento, ya que pueden variar en el tiempo, durante los días en que se realizó el sondeo -7 al 12 de abril-, la mayoría de los encuestados se mostraba optimista frente a la contingencia nacional en los días en que se realizó la encuesta. Un 73,9% declara tener confianza en que todo saldrá bien y más de la mitad indica que se ha sentido feliz en los últimos 7 días. Sin embargo, un 55% ha manifestado sentirse “solo” pocas veces o frecuentemente.
La gran mayoría de los encuestados (72,6%) considera que a nivel personal el contexto actual tendrá consecuencias positivas para ellos. la cifra cae aproximadamente 5 puntos porcentuales -hasta el 67,6%- al hablar de si dichas consecuencias también se darán a nivel país.
Entre quienes consideran que a nivel personal el contexto actual traerá consecuencias positivas, un 26,7% indica que valoraran más la vida, lo que tienen y a quienes los rodean. Asimismo, uno de cada cinco considera que obtendrán mayor unidad o convivencia familiar.
El Observatorio del Envejecimiento para un Chile con futuro nace de la alianza entre Compañía de Seguros Confuturo y la Universidad Católica de Chile. Se estableció con el objetivo de visibilizar información relevante sobre los adultos mayores en el país, a través del desarrollo de estudios que permitan sensibilizar a la opinión pública y revelar tópicos de impacto social relacionados a la vejez y el envejecimiento de los chilenos.
VerEl envejecimiento y la vejez tienen una cara femenina. La inequidad por género es un aspecto del que Chile no se encuentra excluido, sobre todo en las brechas que viven las mujeres en general y en particular las mujeres mayores. Esta es una de las conclusiones incluidas en el segundo reporte del Observatorio del Envejecimiento para un Chile con futuro -que surge de la alianza entre la Universidad Católica y Compañía de Seguros Confuturo-, el cual aborda las brechas y desafíos de género en la tercera edad, las cuales se agudizan después de los 80 años.
Las mujeres representan actualmente el 63,6% del grupo de adultos mayores sobre 80 años. De acuerdo con los datos de la última CASEN recogidos por el reporte, en 1990 existían 104 mil mujeres de 80 años o más, mientras que en el año 2017 dicha cifra alcanzaba las 364 mil personas, y se proyecta que para el año 2050 superará el millón de mujeres 80+, llegando a 1.139.264.
Asimismo, las mujeres componen principalmente al grupo de personas mayores de 100 años o más. Según los datos del informe, en Chile habitan al menos 2.278 personas de 100 años o más, de las cuales el 85% son mujeres. Para 2050 la cifra superará las 48 mil personas, siendo el 72% mujeres. “El aumento progresivo de las personas mayores que superan los 80 años es un fenómeno muy relevante y se encuentra enfocado en las mujeres”, destaca el informe. Por lo tanto, el reporte sugiere que “la formación de profesionales tanto en el sistema público como privado con conocimientos en género y envejecimiento jugará un rol importante para responder a las necesidades de las generaciones futuras, “las que presentarán una heterogeneidad y diversidad radicalmente distinta a las personas mayores de la actualidad, desde aspectos que consideran su nivel educativo hasta sus roles en la arena económica”.
Además, indica que se requiere un profundo cambio social con respecto a la mirada que se tiene de las mujeres, quienes ejercen y han ejercido un rol crucial en el desarrollo de redes, cuidado de hijos y nietos, y se han hecho parte del motor económico del país, permitiendo el desarrollo personal de otros por sobre el propio. De hecho, el 42,4% de los hogares chilenos tiene jefatura femenina.
Olivia Larraín, coordinadora académica del Programa Adulto Mayor de la Universidad Católica, señala que, en la esfera económica, las trayectorias laborales “precarias o nulas de las mujeres de 60 años o más de la actualidad, tuvieron influencia en sus ingresos, los que eran menores respecto de los hombres, lo que se ve reflejado en menores pensiones en la actualidad”.
Asimismo, comenta que la ausencia de un enfoque de género tanto para hombres y mujeres ha llevado a que los primeros “no crecieran en una sociedad donde se potenciaban las redes de apoyo para el género masculino, no siempre tenía un foco en la comunidad, y su rol de proveedor muchas veces lo alejaba de esas aristas”. Y agrega que, en el caso de las mujeres, “sus trayectorias de vida estaban mucho más asociadas al rol de entrega de cuidados a otros y a un descuido en el cuidado propio”.
Respecto a género, envejecimiento y redes de apoyo, María José Azócar, profesional del Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA), indica que, pese a que existen más mujeres sobre 60 años que hombres, especialmente en los grupos de 80 y 90 años o más, se puede observar que los Establecimientos de Larga Estadía para Adultos Mayores (ELEAM) de SENAMA, “están compuestos en su mayoría por hombres, lo que se relaciona directamente con las redes que han construido o en este caso, sería la ausencia de ellas”.
Azócar indica que, en términos económicos las mujeres se ven afectadas negativamente al envejecer, ya que, una mayor expectativa de vida, sumado a trayectorias laborales más inestables o nulas, menores ingresos y desprotección social, son factores que hacen que las mujeres deban distribuir su jubilación en una mayor cantidad de años o que deban enfrentar mayores niveles de dependencia cuando pasan los 80 años.
“En los próximos años, vamos a necesitar gente, encargados de leyes, cuidadores y todo tipo de profesionales vinculadas al trabajo con personas mayores, pero deben estar formadas especialmente en esa área”, comenta Olivia Larraín, profesional UC.
La especialista agrega que será necesaria una actualización “que responda no solo a la cantidad de personas mayores, sino que también a la preparación para las nuevas generaciones, que tendrán valores y estilos de vida distintos a las personas mayores de la actualidad”.
El Observatorio del Envejecimiento para un Chile con futuro nace de la alianza entre Compañía de Seguros Confuturo y la Universidad Católica de Chile. Se estableció con el objetivo de visibilizar información relevante sobre los adultos mayores en el país, a través del desarrollo de estudios que permitan sensibilizar a la opinión pública y revelar tópicos de impacto social relacionados a la vejez y el envejecimiento de los chilenos.
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